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Lástima que me haya dado cuenta tan tarde del tesoro que tengo arrinconado en uno de mis estantes.

Me acuerdo la primera vez que leí Las Batallas en el Desierto, tenía trece años y estaba en segundo de secundaria. Me lo dieron en mi clase de español, ese libro tan flaquito de apariencia tan barata (asumo que cuesta no más de cincuenta pesos). Una señorita cincuentona se sentaba en la portada, ella muy coqueta y provocadora para el momento: el vestido sutilmente subido para enseñar pierna y los ojos tapados con un rectángulo negro… quién sabe por qué. Imaginé que sería un libro de aventuras, algo similar a Las Mil y Una Noches; después recordé que el autor era mexicano y por alguna estúpida razón asumí que sería una aventura estilo Indiana Jones mexicanizado, tal vez en el desierto de Sonora.
 Pero todas mis suposiciones fueron incorrectas. Las Batallas en el Desierto es una novela de nostalgia; es una colección de recuerdos sobre una época de la ciudad. Habla de la sociedad mexicana, los complejos de la clase media que ha cambiado el tequila por el whiskey, De los nuevos sabores como el de la coca cola que dejó el agua de jamaica atrás. Habla de la colonia Roma y sus heladerías, de la radio. Habla del cha cha chá y la llegada del rock ‘n’ roll. Habla del imponente gabacho entretejiéndose con la sociedad mexicana. Pero sobre todo, cuenta la historia de Carlos, un niño de ocho años, quien entre todo ese panorama lidia con un amor perfectamente imposible.

¡Gracias José E. Pacheco!

Fuente: esasviejas.tumblr.com

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